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Educación en Colombia: qué está mal y cómo mejorarlo

Publicado el_
1.6.2022

Si tuvieras que hacer una representación gráfica de la educación en Colombia, ¿qué imagen se te viene a la mente? Bueno, Fedesarrollo nos puso ese reto y esto fue lo que nos imaginamos:

En esta serie de videos, hemos mostrado por qué es que, en Colombia, el sistema de pensiones está patas arriba y por qué encontrar trabajo es terriblemente difícil. El capítulo de hoy, sobre educación, es la precuela a estos temas, el punto de origen. 

Probablemente, no sorprenda la conclusión, así que empecemos por ella: las personas de menos recursos son las que más llevan del bulto desde el comienzo de sus vidas. No poder entrar a estudiar o recibir educación de mala calidad hace que sea más difícil encontrar trabajo. Y con un trabajo precario, pues, es imposible conseguir una pensión para la vejez. 

Si ya lo sabes, felicitaciones. Pero ¿conoces las causas? ¿Podrías ubicar dónde están las principales dificultades? ¿Qué es lo que, como país, debemos atender primero? Bien, veamos el paso a paso de esta montaña rusa. 

Si vives en una ciudad y tus papás fueron a la universidad, muy probablemente estudiaste el mismo tiempo que duran algunas carreras profesionales, pero antes de llegar a primero de primaria. Esto se llama “educación inicial” y, en general, ni a los pobres ni a la gente del campo les toca. A veces porque no les alcanza la plata para montarse al carrito, pero muchas veces porque no tienen ni siquiera dónde hacer la fila, pues la cobertura que tiene el país para este nivel educativo es realmente baja y, sobre todo, inequitativa.

Ahora, arranca el tren de la educación básica. La oferta ya es mayor, tanto que de 10 niños solo 1 se queda por fuera. Bien por eso, pero muchos ya están grandecitos cuando llegan a primaria. Así empezamos el descenso y crecen las brechas: la proporción de estudiantes que está en un grado acorde a su edad disminuye progresivamente. Y de nuevo, son las personas de bajos recursos y las del campo las que más pierden años. No solo por no haber tenido una educación inicial que los preparara mejor para los retos escolares, sino también porque la vida práctica se les atraviesa, se impone.

Bueno, mal que bien, siguen en el carro, aunque sea el de los rezagados. Sin embargo, llegas a los 16 años y acá es cuando tenemos que abrocharnos los cinturones. Solo un poco más de la mitad de los jóvenes alcanzan a graduarse de bachillerato. ¿De todos los estudiantes? Pues, sí, ese es el promedio nacional, pero evidentemente esconde una cifra brutalmente más alta en estratos 1 y 2 y en el campo. Y así, más de 450 mil jóvenes colombianos salen a trabajar sin siquiera ser bachilleres. Y de los bachilleres, de cada 10 que sí logran acceder a la educación superior, solo 3 terminan la carrera (por contraste, de los estratos altos, en cambio, se gradúan 9 de 10). ¿Por qué esta diferencia, que suena tan injusta? La calidad de la educación que reciben es un tema, pero, además, ¿han visto el costo de las matrículas? ¿Han escuchado hablar de los problemas con los desembolsos y los créditos del ICETEX? ¿Conocen lo limitados que son los auxilios para educación superior? 

Y sumémosle otro problema: los colombianos tenemos la idea muy equivocada de que los programas técnicos y tecnológicos y la formación para el trabajo son inferiores a las profesiones universitarias. Miramos estas diferencias desde una óptica clasista, porque no entendemos que son modelos de formación que satisfacen propósitos muy distintos: la educación técnica y tecnológica dan habilidades para ocupaciones específicas. Y cuando los empresarios no encuentran el perfil que necesitan, terminan recurriendo a universitarios que no tienen las competencias que buscan. De hecho, lo que muestra el diagnóstico de Fedesarrollo es que la formación profesional, para una buena parte de los estudiantes, tiene una rentabilidad negativa. Dicho en cristiano: te sale más caro el caldo que los huevos; lo que invertiste en educación superior muchas veces no lo recuperas.

Todo lo que hemos dicho hasta ahora es sobre acceso a la educación. ¿Qué hay de la calidad? Resulta que, en general, comparado con otros países de la OCDE, Colombia obtiene, en las pruebas PISA, resultados inferiores: mientras que en otros países los quinceañeros responden como si estuvieran en grado 11, los mismos quinceañeros colombianos responden como si estuvieran en 8.° o 9.°. ¿Y si eres del campo? Pues un año más atrás: tus resultados equivalen a los de séptimo. (Por supuesto, todo esto se refiere a promedios, no al desempeño de cada estudiante en particular.) 

Además, se encontró que la mitad de los estudiantes de 9.° no entienden lo que leen y dos terceras partes responden a las pruebas de matemáticas como si nunca hubieran pisado un colegio. Y otra vez, los agravantes socioeconómicos: solo hay 3 colegios públicos entre los 100 mejores del país; la acreditación de calidad no se hace bien para los programas técnicos y tecnológicos (se terminan acreditando solo los programas universitarios); y ni hablar del acceso desigual a herramientas digitales, como lo que vimos durante la pandemia.

Por supuesto, el diagnóstico de Fedesarrollo es más completo y señala un punto esencial como la pertinencia de la educación que recibimos. Por ejemplo, se sobrecarga la formación de áreas como administración, economía y contaduría, cuando hay más demanda de ingenierías y ciencias de la salud. Para no extendernos más, los invitamos a revisar la web del proyecto. Pasemos, ahora, brevemente a las propuestas.

¿Qué hacer en los temas de educación?

El abanico es amplio. Un propósito esencial es que, si eres pobre o vives en el campo, no sientas que la suerte está echada, porque así es muy difícil tragarse el cuento de que vivimos en una meritocracia. Entonces, debe haber inversión para ampliar el acceso a la educación inicial; cuidar la permanencia en el sistema educativo considerando factores como las distancias entre las sedes, la existencia de escuelas en zonas intermedias, pensar en el transporte y en facilitar tecnología para el acceso remoto. El país debe monitorear la deserción con inteligencia artificial para entender e identificar a los estudiantes con mayores probabilidades de abandono y acompañarlos con programas de bienestar estudiantil.

Las ayudas económicas deben focalizarse mejor en población vulnerable. Y el ICETEX se debe rediseñar, porque actualmente deja a los estudiantes colgados de la brocha si no logran conseguir empleo después de graduados o si no les alcanzan los ingresos para pagar el crédito. Por eso, el pago de la cuota debe depender de si tienen trabajo (o no) y del nivel de ingresos.

La educación en Colombia debe repensarse para mejorar la cobertura, la calidad y la pertinencia. Y esto pasa por diseñar unos referentes curriculares que definan un nivel básico de calidad, tener sistemas pedagógicos para profesores a través de cursos de formación continua con énfasis en el componente práctico, crear redes docentes regionales para la difusión de innovaciones educativas, fortalecer la evaluación haciendo las pruebas SABER para todos los colegios y asegurar que la administración de los establecimientos se haga con lógica educativa, no solo corporativa. 

En fin, las propuestas son muchas y están presentadas con un rigor técnico que conviene revisar directamente en los documentos de Fedesarrollo. Pero la moraleja es que nada de lo que se haga en temas laborales, tributarios y pensionales tendrá el impacto suficiente si nuestro país empieza cortando las alas de sus ciudadanos por no haber nacido en un lugar privilegiado. Así que no hay nada más democrático que garantizar una educación de calidad.

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