Hablar del aborto es bien complicado, porque nos pone a todos a jugar de “filósofos”: ¿qué es la vida? ¿Desde qué momento un grupo de células puede considerarse un ser humano? ¿Un cigoto es un sujeto de derechos?
Son preguntas interesantísimas, sin duda, pero mientras la gente meditabunda y reflexiva se empeña en imponer “sus verdades”, hay miles y miles de mujeres y niñas tomando la decisión de abortar con o sin permiso de los filósofos, con o sin permiso de las leyes. El aborto ha ocurrido, ocurre y seguirá ocurriendo digan lo que digan, haya normas que lo castiguen o no. Y la verdad, entrar en esta discusión sin considerar este hecho elemental es hacerse el de las gafas.
Abortar o no abortar no es la cuestión, cuando hablamos de despenalizarlo. Esta es una discusión sobre las normas y su poder para modificar el comportamiento. Y en este caso, simplemente no lo logran.
¿No les parece irónico llamarse “provida” (por estar en contra del aborto) y desconocer que, igual, abortos seguirá habiendo y que mueren muchas mujeres en el intento? Es decir que si son honestos con la realidad humana, más que “defender la vida” (de nuevo, porque no lo están haciendo con la penalización), lo único que logran es tachar de criminales a las mujeres y a los médicos que las asisten.
“¡Pero es que están cometiendo un asesinato!”. Y ahí volvemos al cuadrilátero filosófico, porque nos volcamos sobre los conceptos. ¿Asesinas? ¿¡En serio!? Pues hay que hacer un uso muy rústico de los conceptos para poner en el mismo costal a una mujer que interrumpe el proceso de formación de una vida humana dentro de sí misma junto con el que intencionalmente le dispara a una persona que tiene enfrente. Son casos radicalmente distintos y obviamente hay que tratarlos de manera diferente. Un asesino es un peligro para la sociedad. Una mujer que aborta es una persona normal. Punto.
El supuesto defensor de la vida es más bien un defensor del castigo y de la criminalización a quien parece no importarle que los abortos sigan ocurriendo a pesar de sus amenazas legales, ni que esto ponga en riesgo la vida de las mismas mujeres. Lo que le importa es darles rejo a las que lo hacen… O es eso… o es un adulto que tiene fe en las capacidades mágicas de las leyes, a pesar de la evidencia: “si lo prohibo, no ocurre”, como que suena en su cabeza.
La despenalización del aborto, como la despenalización de las drogas, es un tema complicado porque la gente se confunde: creen que abogar por la despenalización es lo mismo que invitar a las personas a abortar y a drogarse. Y justamente por eso entran a la discusión llamándose “provida”, con lo que delatan su propia confusión… o acaso sus ganas de confundir.
En fin, más allá de los argumentos particulares de cada bando, en temas como el aborto, el consumo de drogas, la masturbación o la homosexualidad, la despenalización hace parte de un timonazo ético de la humanidad. O bueno, un lento cambio de rumbo del castigo y la violencia a la comprensión y, si es el caso, a los métodos alternativos que, sin lugar a dudas, incluyen educación. Mucha educación.
Ayer (en mil ochocientos noventa y tantos), un tal señor Kellogg (sí, el mismo del cereal para el desayuno), recomendaba quemar el clítoris de las niñas con ácido carbólico para castigar la masturbación y aplicar suturas de plata a los niños para evitar erecciones, entre otras bestialidades. Hace 50 años la homosexualidad era un delito y hasta un trastorno tipificado en los manuales de psiquiatría que podía terminar en cirugías cerebrales y terapias de electrochoques. Hoy empezamos a entender el abuso de las drogas como un tema psicológico y de salud (individual y pública), no de criminales degenerados. Y a la vuelta de unos años, seguramente los provida justicieros criminalizantes quedarán petrificados en el museo de los errores de perspectiva ética de la humanidad. Serán solo un recuerdo (con esporádicas apariciones remanentes) como lo es hoy el anacrónico señor Kellogg.
Abortar difícilmente se hace a la ligera y el peso de la decisión se multiplica por cada semana de gestación. Defender la vida es acompañar a las mujeres que enfrentan un dilema vital tan rotundo buscando la comprensión y la empatía. Defender la vida es tomarse en serio el análisis de las causas y las consecuencias para cada caso y para cada vida involucrada. Defender la vida es defender su dignidad y no la vida por la vida misma como si fuera una condena divina. Por eso hoy, en el giro de este timonazo, ya aceptamos la eutanasia y por ahí, algún día, quizás entre en la agenda política incluso la discusión… sobre el suicidio… digno.
Si tú o alguien que conoces necesita información sobre el aborto en América Latina o acompañamiento en su decisión, en el sitio web ayudaparaabortar.org puedes hablar con consejeras por chat o correo, que te serán muy útiles. Gracias a esta organización por el aporte que nos hizo. Les dejamos sus redes sociales en la descripción.
Por otra parte, amigas de Manifiesta, Causa Justa, Mesa por la Vida y la Salud de las Mujeres y Grupo Médico por el Derecho a Decidir, muchísimas gracias por participar en el proceso de construcción de este video y por todo lo que hacen por los derechos de las mujeres.